Cristina juega parte de un doble “juego” con el lector: el juego de Cristina con su juguete (una coneja) y el juego de la obra con el lector, a quien se busca sorprender en un momento en el que el escenario lúdico de Cristina cambia, y por tanto, cambia toda la perspectiva de lo que se viene leyendo pues, desde la imagen, se da un vuelco en el relato que dejará pensando a más de un lector.