Durante años, el kiosco ha sido el pequeño hogar de Olga. Una vida monótona y rodeada de dulces la ha convertido en una mujer tan inmensa que ya no es capaz de atravesar la salida. Día tras día, saluda con esmero a todos sus clientes ¡e incluso sabe exactamente lo que necesita cada uno!
Cuando Olga echa el cierre, a veces se siente triste, y se dedica a devorar revistas de viajes y a soñar despierta con contemplar el atardecer en una playa lejana, muy lejos de su kiosco. Un suceso inesperado da un vuelco a su vida y la empuja hacia el comienzo de una gran aventura.